Una pareja mas....

doula pareja
He visto fragilidad, inseguridad, miedo, soledad, frustración y amor callado en un hombre. Un hombre al que no conozco de nada y con el que tampoco intercambie muchas palabras, pero pude ver en el, como en un espejo, lo que le sucedía al padre de mis hijos.


He visto un dolor intenso, tristeza, metamorfosis, amor a raudales y mucha soledad en una mujer. Una mujer que se abrió como el azahar de los naranjos que la rodean y a la que pude conocer como a una hermana en un par de horas. Una mujer que me devolvió mi imagen, para poderme ver en ella y situarme.


Ese hombre podría ser cualquier hombre …. y esa mujer cualquier mujer ….


Y entonces pensé ¿Cuantos mas? ¿Cuantos hombres? ¿Cuantas familias han pasado por lo mismo que pasamos nosotros?


Tras el nacimiento de mi primer hijo he sentido soledad. Una soledad inmensa que lo invadía todo. Una necesidad continúa y enraizada en lo más profundo de que me cuidasen, me protegieran, me mirasen, de que mi pareja escuchase atentamente mis sentimientos y temores. Un vacío que no se llenaba nunca, unas ganas de compartir a todas horas las emociones tan intensas, a veces maravillosas y a veces duras, que me producía la maternidad.
Un hambre de compartir todo lo que iba descubriendo, de hablar de cada uno de los cambios en mí y en mi hijo, una insuficiencia de calor de tiempo, una carestía de entendimiento….

Y esa sombra inmensa que cada uno tenemos y que no se donde se escondía antes de ser madre y que aparece de repente y te piílla desprevenida y sola, siempre sola., por que tu compañero no la ve, no se imagina, ni quiere saber que esta ahí, siempre detrás mientras dura la crianza.
Una soledad que como el agua fue filtrándose por las rendijas de mi corazón y acabo inundándolo todo. Con cada gota se extendía el dolor. Y cuando estuvo lleno, cuando ya me ahogaba, cuando creí que ya no aguantaba mas, cuando ya no me quedaba aliento para decir ¡Estoy aquí, Soy yo, Mírame! Entonces el agua se transformo en hielo, poco a poco y sin prisa. Y apareció el frío entre los dos, la indiferencia. El frío y duro hielo ya no dejo fluir nada más.


Y tuve que volver a moldearme por dentro, volver a reorganizar la energía, ajustar el latido del corazón y a la vez continuar con el día a día y la crianza lo mejor que pude.


Ahora el hielo se deshizo, la marea bajo y seguimos siendo dos islas separadas, pero ya no hay dolor, ni ira, ni rencor. Ha sido una buena limpieza. Solo ha quedado lo mejor de mí, lo mejor del pasado que fue mucho y dos maravillosos hijos. Ahora entiendo también lo que el sufrió, lo mal que lo paso y no puedo culparle. Pero sobre todo veo el maravilloso padre que tienen mis hijos y se que no me equivoque….este es el hombre con quien viví, compartí y con quien me queda el resto de mi vida para compartir la crianza.


Toda mi maternidad ha sido intensa y eso es un camino que llevo andado y que ahora me hace fuerte y sabia. Espero saber utilizar mi experiencia como doula y poder acompañar no solo a las mujeres, si no también a los padres.


Y a ti mujer te doy las gracias por compartir conmigo tu casa entre el Mediterráneo, la montaña y los naranjos. Gracias por dejar que me mirase en ti con confianza y cariño.

Comentarios

  1. María Jesús, ¡qué hermoso lo que has contado y cómo lo has contado!
    Enhorabuena por ser capaz de expresar lo bueno de ambos, eso que enriquecerá a vuestros hijos.
    Un beso.
    Susana

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  2. Poder ver lo bueno y aparcar lo menos interesante del prójimo es propio de personas dignas. Crecer, en parte consiste, en aprender a ver más allá, colocarse en la posición del otro facilita el camino. Enhorabuena por haberlo conseguido, es meritorio y un éxito personal que os beneficiará a todos vosotros.

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